En 1914, la estadounidense Mary Phelp Jacob patentó el primer sujetador. Tenía 19 años cuando ideó este sujetador. Su invención fue producto de la casualidad: la joven compró un vestido para ir a una fiesta y se dio cuenta de que se le veía el corsé. Así que, con unos pañuelos y unas cintas, improvisó una prenda que le colocaba el pecho sin asomar por el escote de su vestido.
La idea gustó a las amigas y conocidas de Phelp, que se animó a abrir una tienda para vender sus sujetadores. Aún así, el negocio no cuajó y la mujer vendió la patente a la Warner Brothers Corset Company (hoy Warnaco, dueño de Calvin Klein, Speedo y otras marcas) por solo 1.500 dólares. En unos años, la compañía ganó millones con el diseño de la joven.
La prenda pronto comenzó a introducirse en los armarios. La necesidad de mano de obra ante la Primera Guerra Mundial hizo que las mujeres se incorporaran al mundo laboral, y la rigidez de movimientos que provocaba el corsé se hizo incompatible con su nuevo papel. Esto causó la paulatina desaparición de esta prenda. Además el metal que se utilizaba para realizar los corsés se requería por esas fechas para la fabricación de material bélico.