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El arte de motivar al equipo

19 febrero 2018

El arte de motivar al equipo

En las organizaciones empresariales es fundamental contar con colaboradores competitivos y motivados que aporten su valor y su esfuerzo en los objetivos de la empresa.

Cuando tratamos con organizaciones sociales, en las que, además, la compensación económica suele ser más reducida o inexistente, estos factores se convierten en esenciales para mantener los objetivos y no caer en el desaliento. Y esta es una labor en la que el líder debe estar especialmente atento, pues evitar que se produzcan errores es preferible a corregirlos cuando ya han sucedido. Es cuestión de liderazgo.

Un equipo motivado es mucho más productivo; ejercen s propio liderazgo; acuden al trabajo más contentos; aprovechan mejor el tiempo y los recursos de que disponen e invirten más esfuerzos en alcanzar las metas y los objetivos se se le han marcado.

Hay una realidad de la que debes ser consciente. No puedes cambiar a los demás. Pero tampoco pierdas el sueño buscando la manera de  hacerlo porque nadie puede. Nínguno podemos. Pensar que es posible y que tienes un “halo” especial que te permitirá hacerlo es engañarte. Podrás encandilar a alguien en algún momento determinado pero será por poco tiempo. No puedes. Ese es un trabajo al que el líder debe prestar una constante dedicación.

Cambiar la actitud de una persona es como intentar abrir una puerta en la que solo tiene manilla en su parte interior. Podrás insistir llamando al timbre o golpeándola con los nudillos; podrás también gritar para que te oigan, pero si el que esta en el interior no quiere abrir, no lo hará. Y no te pongas bruto para que lo haga porque no sirve de nada, no te hará caso y es, además, contraproducente. El que tiene la manilla de su lado es ella. El abrir la puerta, cambiar de actitud o no, le corresponde exclusivamente a ella.

Habitualmente nos encontramos en las organizaciones con directivos y gestores que hablan a su equipo con la puerta cerrada. No hacen el mínimo esfuerzo para que esa puerta se pueda abrir, ni tan siquiera por la curiosidad de saber quién es el que está al otro lado, cómo es la persona, cómo es su colaborador, qué aspiraciones tiene y qué desea. No llaman en ningún momento para que se les abra, porque no tienen interés ninguno en ello. ¿Cómo abrir entonces esa puerta?

Seguro que lo sabes sobradamente. ¿Como si no cortejaste a tu pareja? Pues, efectivamente, esto es muy parecido. No puedes obligar a nadie a que se enamore de ti. Puedes pagar por ello, sí, pero tú sabes que no será precisamente amor lo que recibas y que, además, será muy pasajero.

Lo que se consigue apasionando no se logra con dinero. Tú no quieres mercenarios. Quieres gente comprometida que sienta lo que hace, que lo haga suyo y luche por conseguir las metas de la organización.

Estoy seguro que al leer lo que acabo de decir, pensarás. “¡Pero bueno! ¿Para qué les pago entonces?” Si piensas que “para eso les pagas” estas cayendo en el juego de la estricta reciprocidad, porque tus colaboradores te devolverán aquello “que deben darte” a cambio de su salario. La dificultad será que, tanto tú como ellos estéis de acuerdo en qué es lo “que deben darte”. No apeles a su profesionalidad para intentar sacar más. No podrás. Tu relación con tu equipo se ha vuelto mercantil. Estáis porque estáis, como una

"Apasiona a cada uno de los miembros de tu equipo. Lo que se consigue apasionando no se logra con dinero"

 pareja donde el amor ha desaparecido. Quizás tú estás porque no has encontrado a otros con la necesaria experiencia; ellos quizás están porque no han encontrado todavía otro empleo mejor o igual retribuído. Es duro, ¿no crees?

Llegados a este punto, no es un asunto que se pueda arreglar con dinero. No se trata de eso. No estamos hablando de recompensas. Estamos hablando de conseguir que las personas aporten sus mejores habilidades y pongan todas sus capacidades para que la organización alcance sus objetivos. Si ambas partes permanecen estáticas y en un equilibrio inestable, tarde o temprano se terminará rompiendo la relación.

¿Qué necesitan tus colaboradores para implicarse en el proyecto, sentirse bien, disfrutar y estar motivados? ¿Te has hecho alguna vez esa pregunta? ¿Alguna vez te has preocupado por saberlo? ¿Les has preguntado cómo les gustaría participar más y mejor en la organización? ¿Qué aspiraciones tienen dentro de la organización? ¿Qué desean?

Me sorprendería que dijeras que sí, que lo has hecho porque en prácticamente todas las organizaciones rige aquello de que “lo tienen que hacer porque es su deber”. Si no lo has hecho, ¿cómo no se te había ocurrido hasta ahora?

Antes citaba al dinero, pero el dinero es el estímulo más fugaz que se pueda utilizar para motivar. Lo hace durante poco tiempo, solamente hasta que se vuelve a pedir algo más. Nadie cambia la actitud de su relación con su organización solo por dinero.

Por eso se hace necesario que preguntes y que escuches. Pero antes debes haber escuchado a tus colaboradores aquello que nunca se dice expresamente. Escuchar no es solo oír; es más. Es conocer sus intereses, sus aspiraciones, el propósito de sus vidas, sus ambiciones personales, los valores que les mueven. Conociendo eso, pregunta y escucha; propón y requiere.

 Existen mecanismos que puedes aprender y entrenar y con los que siempre se obtienen resultados positivos. Un coach empresarial puede acompañarte y ayudarte a ello.

Lo primero es pararse tranquilamente a reflexionar en aquellos colaboradores “más inquietos”, a los que nada les satisface, con los que te duele la cabeza. ¿Que cosas crees que les gustaría hacer? ¿Qué ventajas crees que obtendrían si las hicieran? ¿Qué emociones crees que sentirían si las obtuvieran?

Párate luego en las respuestas que te has dado y míralo ahora desde tu propia perspectiva como líder de la organización. ¿Qué te gustaría que esa persona hiciera desde esa nueva posición? ¿Qué ventajas obtendrías tú de ello? ¿Cómo te sentirías si ello se realizase?

Para terminar, siéntate con cada una de esas personas por separado y tranquilamente. Quizás, incluso, hasta fuera de la organización. Contrasta con ella que aquello que tú crees que quieren, lo quieren de verdad, que les agrada, que les motiva. Pregúntales qué ventajas obtendrían si decides hacer los cambios. Y, por último, pídeles que expresen la emoción o emociones que tendrían. Pero no termines ahí. Ahora hazles tú tus peticiones. Diles aquello que quieres que hagan desde esa nueva posición, confiésale las ventajas que tú obtendrías con ello y, finalmente, hazles saber cómo te sentirías y que emociones tendrías.

Ahora que lo pienso, ¿nunca has hecho esto con tu pareja? Pues ya sabes cómo tienes que hacerlo. Enamórala. Los dos sois personas, los dos tenéis objetivos comunes. No te digo más. La naturaleza es sabia.

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