11 octubre 2016
Lastimosamente y frente a este hecho que usualmente es patrocinado por los medios y hasta por sus adversarios, los políticos tanto de gobierno como de oposición, caen en el error de querer utilizar esta participación masiva ciudadana como un botín político, y tienden a ensombrecer la finalidad principal: lograr un bien o mejora colectiva; y lo que está en proceso de aprobar o no, queda en segundo lugar frente a lo que toma prioridad: lograr una victoria política.
Hay casos en que se ha logrado dejar de lado el tamiz partidista y lograr un objetivo popular como fue el referéndum por la ampliación del Canal de Panamá, en el que hubo apoyo incluso de adversarios políticos del gobierno de turno. El resultado: la gran mayoría de los panameños fuimos partícipes de aprobar la propuesta y dueños del logro alcanzado, que ahora se empezará a disfrutar a través de mayores recursos económicos, laborales, de negocio, etc.
Sin embargo, normalmente se desvía el objetivo principal por lograr una victoria individual y hasta un tanto egoísta. Y cuando esto se da, el pueblo sorprende dando un voto de censura.
Tengo que confesar que para el plebiscito que se celebró el domingo 2 de octubre en la hermana república de Colombia, para aprobar o rechazar el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, tenía la certeza y esperanza de que el SI (apoyo a las negociaciones de paz), iba a ser la opción triunfadora. Desde afuera (el mundo no colombiano), la información que nos llegaba era que luego de más de 40 años de conflicto armado, al fin se daría la paz anhelada, lograda a través de las negociaciones gestadas en Cuba. El resultado final, el triunfo del NO, me impactó y parece ser que sorprendió a muchos, según veo, no sólo en la propia Colombia sino también en otros países como en mi caso Panamá.
Empezaron a llegar comentarios negativos y de críticas al querido pueblo colombiano, como por ejemplo “Bienvenida la guerra”, “Colombia no gusta de la paz”, entre otros. El hacer este tipo de comentarios frente a un resultado adverso o no esperado, no me parece correcto y justo si uno no analiza primero el motivo del rechazo y el alto abstencionismo que se dio. Es como sólo mirar el témpano de hielo en la parte que sobresale, cuando el golpe siempre se da por la masa que hay debajo y no se ve a primera vista.
Quisiera profundizar un poco más entonces, en qué pasa con la gente cuando se dan este tipo de decisiones y se aprueba o no la propuesta.
Cuando gana el SI de forma contundente: normalmente se da porque hay un consenso generalizado que apoya la propuesta. No sólo es el gobierno el que lo avala, sino que se logra contar con una participación bastante “desinteresada”, que aquellos que tiene intereses creados en la política de un país, dando paso a un actuar colectivo, pensando en el mejor bien común posible. En estos casos el gobierno hizo un buen trabajo, atrajo a sus adversarios, todos son vencedores. Al final, realmente en estos casos los gobernantes logran su triunfo político aplaudidos por su pueblo.
Cuando gana el NO de forma contundente: En estos casos, la decisión se enfoca en un tema netamente político. Se trata de un gobierno aislado de la gente y que intenta preservar un botín político propio. Sus adversarios se aprovechan del descomunal desacierto, claro está que no sólo son sus adversarios políticos que están en contra sino un pueblo entero. Cuando esto sucede uno se pregunta por qué se intentó conseguir una aprobación cuando seguro el gobierno habría sabido desde antes de hacer la consulta o siquiera convocarla, que no habría forma de lograr su visto bueno.
Cuando gana el Sí con poco margen, hay mucha división. Esto es peligroso, ya que de actuar con la aprobación sin profundizar en este empate técnico, se podría acrecentar la división que puede haber en un país. Considero que en este tipo de resultado, un gobierno con luces largas, debiera convocar a sus contrarios, a los voceros del NO, qué hacer para aproximar más las opiniones y mejorar el consenso.
Cuando gana el No con poco margen. Esto es para analizar. Se quiera o no, el gobierno siempre tiene más herramientas para fomentar una aprobación que los que se oponen a su aprobación. Es decir, debiera pensarse que el margen es mayor a nivel de consciencia. Esto último pasó en Colombia, y para sorpresa de muchos, desde lejos parece que el gobierno de buena forma aceptó la derrota de su propuesta, los que se oponen no se llenaron de ínfulas de triunfo y se ha abierto el margen para lograr un consenso a nivel país. Me parece que ha sido un manejo acertado de los colombianos, ya que se vislumbra un posible acuerdo mejorado que los llene de la paz que buscan.
Tenemos un dilema muchas veces cuando se nos somete a tomar una decisión a favor o en contra y es determinar de la actitud de los políticos, qué parte es por el bien del país y qué parte es para su beneficio. Nos toca además, separar el mensaje del mensajero, tratando de lograr poner nuestro granito de arena de la manera más objetiva posible. Y esto último es necesario, porque un mal manejo y/o baja popularidad de un político puede echar por tierra una gran oportunidad de avance para un pueblo debido a nuestro rechazo a una gestión de corto plazo, cuando el beneficio de aprobar un cambio pudiera ser a mediano y largo plazo.
Luego de unos días de efectuada la decisión en el hermano país, y la actitud de quienes lideraron el bando a favor y el bando en contra, se ve luz al final del túnel. Ha sido finalmente un ejemplo a tomar en cuenta para futuras situaciones parecidas. Y aunque ha habido críticas de quienes daban por hecho el sí, como si fuera un SI obligatorio, el ejercicio efectuado el domingo por los colombianos y la posterior actitud de los votantes y sus dirigentes, puede decirse que han salido con una nota de sobresaliente. Hay esperanzas.