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Comprender o condenar

14 septiembre 2016

Comprender o condenar

Hace unos días me enviaron por Facebook un video en el que un niño más grande, de más edad, golpeaba y amenazaba a otro más pequeño.

Todos miraban cómo se daba la acción, el niño grande riendo y jactándose de lo que hacía y el otro niño buscando la manera de que no ser más maltratado. Es decir, el grande le hacía “bullying” al más chico. Lo primero que viene a la mente es condenar al agresor, es un abusivo y se aprovecha de su mayor capacidad para hacer daño a alguien indefenso. Nuestra tendencia natural es a proteger al indefenso y a criticar a quien hace daño, lo “marcamos” como un ser cruel, que merece todo castigo.

Pero pregunto yo: ¿A qué se debe que el niño grande sea agresivo? ¿Por qué quiere hacer daño? ¿Qué lo motiva a actuar así? ¿Por qué alguien que por naturaleza es un ser social, un ser alegre, que debe tender a hacer lazos de amistad, jugar y compartir, se torna violento? ¿Qué ha pasado en su vida para que deje su forma de ser normal para convertirse en un abusador?

Normalmente, los abusadores han sido abusados, les ha faltado amor en su casa, sus padres puede que los maltraten o maltrataron, o bien alguno de sus padres los ha abandonado. Quizás un tercer se ha aprovechado de ellos, o cuando eran más chicos fueron igualmente atacados por otros mayores a él. No encuentran paz en su mundo interior, y actúan tal como los tratan sin mirar ni darse cuenta que son la continuidad del mismo mal que padecen y que reproducen en otros.

Entonces, ¿cómo parar esta cadena? Castigando no se resolverá el problema, se agrandará, porque ese niño entonces sentirá injusticia, más desdicha, más penas, más ganas de hacer daño inclusive provocar más y más dolor a quien se le ponga en frente.

Yo veo en ese video a dos víctimas, la primera (el niño más pequeño), defendido por todos y todos con la intención de protegerlo para que no vuelva a ser golpeado. Y la otra víctima es el atacante (el niño más grande), que no entiende por qué actúa como actúa, que golpea sin saber por qué y se burla del otro y creo que más bien se ríe sin saber el motivo de su risa. Creo que inclusive él es una víctima más profunda porque no es bien visto por nadie. Seguro la mayoría de los que han visto el video lo han censurado, está mal visto, como he dicho ya fue condenado. Posiblemente en su casa ha sido castigado y los verdaderos responsables no se sienten aludidos ya que esta falta parece que es totalmente de este niño.

Me parece a mí, que lo primero que hay que cambiar es la manera en que se contemple el hecho. No hay un victimario, hay dos víctimas. Hay que entender que hay dos personas allí que requieren de ayuda, y posiblemente hay más personas relacionadas indirectamente al hecho que también requieran de apoyo.

Hay que eliminar de raíz la postura cómoda (para mi gusto),  de a primera vista acusar, rechazar, desear mal a quien hace mal. Seguro nosotros mismos hemos en alguna ocasión hecho algún mal y nos hemos preguntado el por qué. Hay que soltar los criterios que buscan un culpable, miremos más adentro, con seguridad encontraremos una persona con necesidad de ser amada, apoyada, entendida, bien tratada. Alguien ha dicho “da de comer al niño y no castigarás al hombre”; pues esto no sólo se refiere al alimento material, también se refiere a darle valor a su alma, a sus sueños.

Es necesario comprender antes de criticar, antes de catalogar a una persona. Es la mejor forma de romper el ciclo de violencia. Ahora, mirando nuevamente el video, sabiendo que en realidad hay dos personas “golpeadas”, habrá esperanza  de que ambas dejarán de ser víctimas, y se convertirán en personas preparadas para darle luz a quien se les acerque. Si no pensamos así, es que hay una tercera víctima: nosotros mismos.

 

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