12 diciembre 2017
Sin embargo, pareciera que Eblis (el diablo) JOH no se queda quieto, pues primero logró colarse como candidato espurio en una elección presidencial y ahora, al parecer, pretende beneficiarse adúlteramente de la misma. Aunque parezca paradójico, resulta que quienes facilitan el camino para el cumplimento del objetivo gubernamental, son precisamente quienes los adversan. En efecto, preocupa que la oposición en Honduras haya venido cambiando el discurso en detrimento de su argumento fundamental, de que en ese país se produjo un fraude electoral. Primero hablaron de la necesidad del recuento de mil 31 actas, luego mencionaron que requerían que 5 mil 200 fueran nuevamente escrutadas; la información posterior es que ya no exigen el recuento de 5 mil, sino que suben la parada, a 18 mil y la última información que se tiene es que reclaman una segunda vuelta (exabrupto jurídico, porque esa figura no está contemplada en la ley hondureña); en vez de plantear desde el principio, nuevas elecciones, pues el proceso está tan viciado que el triunfo de cualquiera de los dos es a todas luces cuestionable.
En contrapartida, tanto el Tribunal Supremo Electoral como el perpetuo de Hernández (émulo de Ortega, Morales y Maduro); que ilegalmente pretende reelegirse, han aceptado las exigencias del recuento de voto, incluyendo las 18 mil actas e incluso otras exigencias de la oposición que rayan en lo ridículo.
Todo lo anterior no pinta bien para la oposición hondureña; que ha venido planteando demandas de menos a más, lo que más que consistencia en su discurso, lo que demuestra es debilidad.
En otros términos, cada vez plantea nuevos requerimientos, por si con el anterior no logra demostrar el fraude; aun con lo último prácticamente lo que intenta es evadir el recuento que apremia, por si las cosas no les salen como se han planeado. Lo que quiero subrayar es que si se hace el arqueo, como pareciera que se hará, y Nasralla no demuestra contundentemente que el fraude tuvo lugar; las fuerzas políticas de la “nueva izquierda latinoamericana”, ahora devenida en nazi-fascista, por su apoyo a la ultraderecha internacional (obsérvese con qué partidos está aliada o apoya en todas las elecciones que se celebran en el mundo); quedaría muy mal parada por su acérrima crítica a la OEA y a su secretario general, Almagro, porque exigieron que en Venezuela se respetara la Constitución y se convocara el revocatorio, que finalmente de forma ilegal, nunca se realizó.
En conclusión, presiento que de no realizarse nuevas elecciones, las primeras cartas jugadas por la oposición hondureña (recuentos) serán exiguas para hacerse con el poder. Ello es así, toda vez que el pueblo hondureño ya le perdió el miedo al Gobierno y es posible que en una nueva elección, la oposición tenga más opción. De no ser así, resulta aéreo el argumento que sustenta que un inventario de votos le garantiza el reconocimiento de su triunfo.