28 enero 2014
Ejemplo de ello fue el equilibrio de poder alcanzado entre la ex-URSS y los Estados Unidos, a mediados de la década de los años setenta (70) del siglo pasado, el cual, sin lugar a dudas, logró mantener la paz en el planeta. Su principal objetivo lo constituyo, la prevención de la dominación en el sistema internacional de uno o de un grupo de Estados, proporcionando estabilidad estratégica mundial. Así, la precaria "paz helada" se mantuvo, básicamente, por el potencial de disuasión que proporcionaba la posibilidad de una destrucción mutua asegurada, situación en la cual cualquier uso del armamento nuclear por los bandos opuestos, resultaría en la completa destrucción de ambos.
Trascurridas cuatro décadas desde la construcción de dicha arquitectura militar, la misma ha sufrido mutaciones, al punto de que a finales de septiembre de 2010, el Pentágono mantenía en su haber, unas 5113 armas nucleares y Rusia 2683. Como se puede palpar, aunque la igualdad numérica nuclear, entre los Estados Unidos y la Federación de Rusia es inexistente, aun así, la capacidad de destrucción mutua, se mantiene asegurada, incluyendo también la posibilidad de destruir a la mayor parte del planeta. En otros términos, la posibilidad real de un Apocalipsis nuclear en la tierra, sigue vigente. Incluso, en un futuro previsible, no tiene lógica que un país en particular o bloque de países, sigan dotándose de cabezas nucleares y sus respectivos sistemas de vectores de forma ilimitada, toda vez que ello rebasaría sus necesidades defensivas. Ante tal disyuntiva, no hay razón para que Moscú y Washington se planten como objetivo, el hacerse la guerra entre ellos, ni incluso, darse el lujo de provocar a su oponente de forma que incite al conflicto. Es evidente que la responsabilidad de mantener la paz mundial entre ambos es excesivamente elevada, debido a las consecuencias que acarrearía para el mundo una acción irresponsable.
No obstante lo anterior, es innegable que existen formas no tradicionales de socavar el status quo militar mundial, heredado de la época del ocaso de la primera guerra fría. Una de ellas, sin dudas podría crearse a través de la alteración del equilibrio estratégico militar en la Europa de hoy, con lo cual no solo se cuestionaría la estabilidad en esa región, sino también del mundo en general. Dicha inestabilidad se podrían producir como consecuencia del despliegue de un escudo de defensa antimisil, como es el caso de las insistentes acciones de Washington orientadas a instalar elementos de su sistema antimisiles, en los países cercanos a las fronteras rusas. Es evidente que la connotación del mismo, constituiría una amenaza potencial para las fuerzas de disuasión nuclear estratégicas de Rusia; de allí, que todo esfuerzo por ampliar el sistema de defensa global antimisiles norteamericano, a través de su segmento europeo, será visto por Moscú, como una amenaza cualitativa a su seguridad y capacidad defensiva. De hecho, se evalúa que la intención real es privar a la contraparte, de la posibilidad de represalia (segundo golpe) y así eliminar el factor de disuasión estratégica.
Frente a tales intenciones, el reciente Acuerdo alcanzado en Ginebra sobre Irán, plantea preguntas adicionales a la Casa Blanca, precisamente porque Teherán es en teoría considerado por los Estados Unidos, como la “mayor amenaza misilística nuclear”. Por consiguiente, el Acuerdo alcanzado, termina invalidando los argumentos a favor de la implementación del sistema antimisiles estadounidense en Europa y en el mar Mediterráneo, que basaban su instalación, en la tesis de que no estaban dirigidos contra Rusia, sino supuestamente contra Irán, a pesar de que, según el Pentágono, las capacidades de los misiles iraníes, están neutralizadas por Washington y por la defensa aérea israelí.
La vieja propuesta de instalar el sistema antimisil norteamericano en Europa, es vista en Rusia como una reliquia militar, no superada de la primera guerra fría, que favorece la posibilidad de un ataque nuclear preventivo o en su defecto de una guerra nuclear localizada. A diferencia de dicha concepción, la doctrina oficial militar de Rusia, no apela al uso de armas nucleares para materializar un ataque nuclear preventivo. Más bien, la postura contemporánea confirma el compromiso de continuidad, respecto al no uso inicial de armas nucleares, mantenido desde la época de la ex-Unión Soviética. Siendo así las cosas, queda al descubierto, que la intención real al proponerse crear un sistema antimisil europeo por los Estados Unidos, no pude ser otro, que el de consumar o como mínimo, amenazar con realizar un ataque preventivo al centro de control de las fuerzas estratégicas de Rusia, y de esta manera bloquear la capacidad de ese último país, para asestar un contraataque o segundo golpe.
Con la mira puesta en abortar dicho objetivo, en el último Informe de la Comisión Internacional sobre la no proliferación y el desarme nuclear de las Naciones Unidas, se aprobó proponer a los poderes nucleares, el no uso inicial del arma nuclear, hasta el 2025. Con la nueva aureola dibujada en las relaciones internacionales, como producto del Acuerdo sobre la eliminación de las armas químicas en Siria y en el marco del Acuerdo sobre el programa nuclear alcanzado con Irán; Rusia, a la cabeza de los cinco poderes nucleares miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, estaría en capacidad de abanderar una propuesta de aprobación de una Declaración sobre dicha temática. Incluso, es probable que la misma hasta pueda ser secundada por la Republica Popular China, toda vez que su doctrina militar nuclear, también excluye el uso inicial del arma nuclear.
Sin embargo, la posibilidad de que los Estados Unidos puedan participar en una cumbre para que esta idea prospere, es casi nula, como son pocas las posibilidades de involucrar a Inglaterra y Francia en dicho conclave. Ello es así, porque el rechazo a la prohibición del uso inicial del arma nuclear, pondría en entredicho, la posibilidad de lanzar un primer golpe nuclear, apostando a la capacidad del “escudo”, para neutralizar toda represalia.