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Asamblea Nacional de Diputados se convierte en un PARLACEN

16 diciembre 2015

Asamblea Nacional de Diputados se convierte en un PARLACEN

Todos pensamos que el nuevo quinquenio que inicia con la gestión del Presidente Juan Carlos Varela traería grandes cambios en materia de respeto a la institucionalidad, los recursos y los poderes del Estado. Creo que poco a poco nos empezamos a decepcion

La licencia que pretenden los diputados que son abogados de profesión para ejercer la abogacía al tiempo que ostentan uno de los tres poderes del Estado, mediante una curul legislativa, es una  maleantería que convierte a la Asamblea Nacional en un vulgar PARLACEN.

Por si no lo sabe, el Parlamento Centroamericano, PARLACEN,  es una cueva de maleantes y ladrones, exactamente como lo dijo uno de sus ahora promitentes miembros, el ex presidente panameño Ricardo Martinelli. En otrora, el PARLACEN también fue cueva de narcotraficantes. 


Pareciera que es intencional la actitud de los propios diputados en darle la estocada final a la deplorable imagen y la percepción  de corruptos que tenemos los ciudadanos de los miembros de la Asamblea Nacional, una institución altamente corrupta desde hace lustros especialmente por las mal llamadas partidas circuitales. 
Pero en este quinquenio, todo parece indicar  que los diputados quieren seguir con la fiesta de la corrupción y el enriquecimiento con los dineros del pueblo a través del manejo de partidas circuitales, una función que no les compete en lo absoluto.

Si a los diputados que son abogados se les permite que puedan ejercer la profesión paralelamente a la curul legislativa que ocupan en la Asamblea, estarían contribuyendo y ayudando a la corrupción y la podredumbre que hay en el sistema judicial panameño. Ni más ni menos.

No se los puedo cantar de otra forma, pues no hay otra realidad.
¿Por qué los diputados quieren litigar en los tribunales o en las salas  judiciales si ya son parte de otro poder del Estado? Sencillamente para fomentar sus intereses personales.

Pero en ese afán de solventar sus intereses, los diputados que ejercen paralelamente la abogacía también crean un escenario único de chantaje político, tráfico de influencias, retorsión de la justicia, injusticia y finalmente corrupción en todos los sentidos.

Es bien sabido que la Asamblea Nacional de Diputados es la que juzga, condena y separa a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y ésta a su vez, es que la investiga y juzga a los diputados de la Asamblea Nacional. Irónico pero es la realidad.

Fue un sistema creado por la clase política tradicional, es decir los partidos políticos vigentes (PRD, Panameñista, Molirena, CD, Popular) de este país para fomentar la corrupción y la impunidad que los beneficia en el sistema judicial panameño, con el consecuente atraco a los recursos del Estado.

Es allí donde radica el afán de los diputados que son abogados al pretender ejercer esa profesión en el sistema judicial panameño, al tiempo que son parte de otro poder del Estado. 
La intención de los diputados es clara: beneficiarse personalmente, como abogados, de ese poder que les otorga el pueblo que los eligió para representarlos en una curul, al presionar a un sistema judicial frágil y corrupto, con su doble e inmoral investidura.

No es lo mismo un abogado común, que un abogado diputado litigando en los tribunales y los magistrados de la CSJ lo saben perfectamente bien. También me suena muy raro y sospechoso que los magistrados del Órgano Judicial nunca hayan presentado una propuesta o proyecto para regular o prohibir esta práctica corrupta.

Es que la corrupción es un tango que se baila entre dos. Veamos el siguiente escenario:
  1. Un abogado diputado que representa los intereses millonarios o multimillonarios de una gran empresa en un proceso judicial.
  2. Un magistrado de la CSJ que debe juzgar y fallar en ese proceso.
  3. A alguien se le ocurre presentar una denuncia contra ese magistrado en la Asamblea Nacional de Diputados.
  4. La denuncia llega automáticamente a manos del diputado que es abogado en el primer punto y lo convierte de inmediato en juez y parte interesada con sus intereses personales de por medio.
Este escenario ha sido común en el sistema judicial con los diputados que ejercen la abogacía en Panamá.  Este escenario contribuye a la retorsión y la corrupción de la justicia, además que fomenta la injusticia y el tráfico de influencia. 
El escenario anterior es de un solo diputado abogado con un solo magistrado de la CSJ, pero, que pudieran hacer varios diputados abogados que se encuentren en un escenario similar creado por ellos mismos?.

Los diputados que quieren ejercer su profesión de abogados simultáneamente, simplemente están buscando una ventaja corrupta, mediante un poder público que ejercen, para sus intereses personales en el sistema judicial panameño.

Siempre hablamos de la cueva del PARLACEN que está en Guatemala, pero no estamos viendo el vulgar Parlacen en que se ha convertido la Asamblea Nacional de Diputados carcomida y podrida en corrupción, donde impunemente se malversan y se hurtan los dineros del pueblo a través de diferentes métodos.

Planillas de toda índole; partidas circuitales;  fundaciones creadas por  legisladores y ahora diputados para desviar fondos públicos; asignación de presupuestos; importación de vehículos libres de impuestos, y otros métodos han servido a estos funcionarios para enriquecerse desde la curul legislativa en los últimos 15 años y hasta la fecha no hay un solo detenido.

En este país, los diputados, principales y suplentes de la Asamblea Nacional son funcionarios que tienen demasiadas prerrogativas y privilegios totalmente absurdos e incoherentes con su labor de legislar y fiscalizar la gestión pública. Enumerar esos privilegios merecería otro artículo más extenso que este.

Dichas prerrogativas solo sirven para fomentar la corrupción, la impunidad y malgastar los dineros públicos en ese órgano del Estado. Como muestra, un solo botón: los diputados suplentes reciben honorarios del Estado sin trabajar,  sin hacer nada, sin siquiera tener que poner un pie en la Asamblea Nacional.

A mí lo que me preocupa es que algún día se levante popularmente, un loco de verdad que prometa acabar y cerrar el antro político en que se ha convertido la Asamblea Nacional de Diputados y el pueblo panameño, hastiado de esa maleantería, lo lleve con el voto a la máxima cumbre del poder político de este país.

Sería el inicio de la debacle de nuestra sociedad democrática que tanto nos ha costado construir, pero que la clase política de Panamá pisotea y aborrece todos los días. 


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