Los adultos jóvenes y de mediana edad en América Latina y el Caribe tienen una mayor probabilidad de morir o enfermarse gravemente de Covid-19 que sus pares en regiones más desarrolladas, incluso cuando los riesgos para otros grupos de edad son más similares, según un nuevo estudio del Banco Interamericano de Desarrollo.
17 diciembre 2020 | Publicado : 16 dic 2020 - 05:31 | Actualizado: 17 dic 2020 - 05:43
El informe utiliza datos a nivel de país, ciudades y pacientes para determinar la mortalidad de las cohortes más jóvenes de América Latina. Si los adultos jóvenes y de mediana edad de la región tuvieran tasas de mortalidad e infección idénticas a las de los países más ricos, las restricciones que les otorga más libertad de movimiento que para las poblaciones mayores deberían ser más efectivas en América Latina que en otros países, ya que la región cuenta con una población más joven.
Sin embargo, el estudio sugiere que esta ventaja demográfica es menos evidente en la realidad, ya que las cohortes más jóvenes tienen más probabilidades de tener condiciones preexistentes y de vivir en entornos urbanos más densamente poblados.
Los hallazgos también tienen implicaciones sobre cómo los países determinan los riesgos de las poblaciones al distribuir la vacuna.
Los grupos de menor edad en América Latina y el Caribe representan una proporción significativamente mayor de muertes por COVID-19 en comparación con los países de ingresos altos. De los cinco países en desarrollo con más muertes confirmadas por COVID-19, cuatro están en América Latina. En esta última región, los adultos jóvenes y de mediana edad representan una proporción mayor de las muertes de cada país que en los cinco países de ingresos altos con el mayor número de muertes. Por ejemplo, de cada 100 muertes por COVID-19 en Colombia, alrededor de 30 fueron personas menores de 60 años, frente a solo 12 de cada 100 en Estados Unidos.
El informe muestra que las tasas de recuperación más bajas en los países en desarrollo explican casi en su totalidad las tasas de muerte más altas entre los adultos jóvenes y casi la mitad de las tasas de muerte más altas entre los adultos de mediana edad. Esto se debe a una mayor prevalencia de enfermedades preexistentes que se relacionan con complicaciones más graves de COVID-19, y a un acceso más limitado a hospitales y unidades de cuidados intensivos en algunos países.
El documento también muestra que la brecha de mortalidad por edad se explica por el mayor hacinamiento residencial y por la informalidad laboral en las ciudades.
“La alta prevalencia de morbilidades y las limitaciones de los servicios de salud han hecho que los adultos jóvenes y de mediana edad sean más vulnerables a la pandemia de COVID-19 que en otras regiones del mundo”, dijo Juan Pablo Chauvin, economista investigador del BID y uno de los coautores del informe. “A medida que los países determinan cómo distribuir mejor sus vacunas, nuestro trabajo sugiere que, en el mundo en desarrollo, la edad puede no ser un indicador suficiente del riesgo de mortalidad por COVID-19 que enfrenta una persona. También debemos prestar especial atención a otros factores, como las condiciones preexistentes, las condiciones de la vivienda y el acceso a la atención médica, para proteger vidas a medida que avanzamos hacia una recuperación económica muy necesaria".
El documento está disponible solo en inglés. Un blog de resumen está disponible aquí .
La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia, según la definición presentada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su constitución aprobada en 1948.
Este concepto se amplía a: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades." En la salud, como en la enfermedad, existen diversos grados de afectación y no debería ser tratada como una variable dicotómica.
Así, se reformularía de la siguiente manera: "La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades”. También puede definirse como el nivel de eficacia funcional o metabólica de un organismo tanto a nivel micro (celular) como a nivel macro (social). En 1992 un investigador amplió la definición de la OMS, al agregar: "y en armonía con el medio ambiente".
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