Inicia nuevo año para pueblos originarios de Panamá y Costa Rica

La celebración en comunidades de la actual Comarca Ngabe-Buglé incluirá ritos religiosos, cánticos, bailes y evocarán la fábula que originó la festividad adoptada como propia con la cruz como estandarte y el control de los excesos del comportamiento humano como objetivo, informó a Prensa Latina, Ricardo Miranda, líder juvenil indígena.

'Esta creencia es mayoritaria en nuestras comunidades, donde también existen otras religiones, pero esta en particular es como una reivindicación espiritual según la cosmovisión de quienes la practican, incluidos los de la etnia buglé y campesinos de la zona', explicó.

El culto sincretista amerindio, según cuenta la tradición, nació el 22 de septiembre de 1962, cuando la joven gnabe Delia Bejerano de Atencio, conocida como Besigó Kruningrobu, tuvo una visión en medio de una fuerte tormenta, durante la cual del cielo bajó una pareja a bordo de un aparato metálico similar a una motocicleta.

Al divulgar la aparición, la joven de 20 años los identificó como Mama, en referencia a la Virgen María y Tatda o papa, al identificar a Jesucristo. Ambos no se mojaban con la lluvia, entraron a su casa y le hablaron de la necesidad de crear una iglesia para la evangelización de los indígenas y evitar así el castigo divino, relató posteriormente.

La prédica de Besigó, quien falleció solo tres años después, habla del enfurecimiento del Tatda por el comportamiento desenfrenado de esos pueblos indígenas en el consumo de alcohol y la intervención de la Mama al oponerse al escarmiento colectivo para lo cual pidió junto a Jesús la fundación de la iglesia.

La aldea donde la protagonista afirmó que ocurrió la aparición, llamada Krunbiti y ubicada en el extremo oeste de la occidental Comarca, es un lugar de peregrinación y su hija, Emilce Atencio, es venerada como bendecida por el supuesto hecho, durante el cual solo tenía dos años de edad.

Ko judo bidim (feliz año nuevo) repetirán hoy cientos de voces en los territorios ancestrales de estos pueblos originarios, para recibir en su propia lengua gnabere la nueva etapa, con la esperanza de que ello espante la pobreza extrema la cual acompaña a buena parte de los 200 mil habitantes de estas etnias.